domingo, 29 de marzo de 2020

Cuando el comunismo lloró la muerte de un presidente norteamericano

Por: Carlos Balcácer

LA ENIGMÁTICA SIMPATÍA DE DOS LIDERES MUNDIALES.

José Stalin fue un hombre que se debatió entre lo enigmático y lo carismático, al margen de la disciplina político -militar que fue en él una especie de “carta de ciudadanía” y su papel para aniquilar con los aliados, “el mundo hitleriano”.

Su sentido de amistad y solidaridad ocupan otro capítulo de la historia, como lo destaca su ENIGMÁTICA AMISTAD con Roosevelt. Al verse ambos en Teherán, cara a cara por primera vez una extraña tarde del 28 de noviembre de 1943. Se determinó ahí el imborrable desembarco de Normandía.

El afecto de “aspecto connatural” entre ambos (Stalin y Roosevelt) fue de tal magnitud, que esa sintonía que guarda y reserva el destino a ciertos espíritus, fue crucial incluso para Churchill y para el grueso de aliados de la Segunda "Tragedia" Mundial para la toma de grandes decisiones heroicas del momento (p.j., el tema del desembarco de EE. UU. por Francia).

EL DÍA QUE MURIÓ ROOSEVELT.

La entonces emblemática bandera roja rusa con su hoz y martillo, mostraba por PRIMERA VEZ EN LA TIERRA, los bordes color negro, mientras ondeaba lenta y triste en todos los edificios rusos.

Era indiscutible que fallecía el líder para entonces de esa democracia burguesa, pero "en la capital de la primera nación comunista del mundo se le lloraba amargamente", decían los diarios del mundo entero.

Foto: Stalin, Roosevelt y Churchill en Teherán en 1943.



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